Corría el año 1993 cuando en la pantalla caliente del canal de las pelotas pesaba cada con más fuerza el ex programa humorístico del afamado Marcelo Tinelli, en esos tiempos simplemente “Videomatch”. Un programa que nació de casualidad y que poco a poco fue teniendo su público cautivo, a fuerza de bloopers y comentarios como los que podrían hacerse en cualquier reunión de amigos. Un programa que nació en la oscuridad de la medianoche, para ese entonces horario poco televisivo, y que casi sin que nadie se percatara paso de ser un magazine deportivo de poca vida a un programa humorístico con un estilo muy particular.
Pasadas ya varias temporadas al frente de su propio programa, convirtiéndose hacía poco en productor del ciclo y con la libertad que le permitía haberse escapado de la tutela del conductor en descenso Juan Alberto Badía, el conductor Marcelo Tinelli decidió que era hora de ampliar el target de su programa y apuntar a hacerlo un programa más familiar. Luego de horas de debate, entre el humo de cigarrillos y las insoportables entonaciones del Teto Medina, que había decidido cantar unos temas para amenizar la reunión, surgió de la cabeza del poco valorado genio creativo de Lanchita Viccio la idea de incorporar a un muñeco que conocía del barrio y que había actuado en el cumpleaños de su sobrino. “Es re macanudo, y baila regio, dicen que es medio fiestero pero bueno, quien no lo es! Jeje, estaría bueno, sería como el Pelín de Flavia pero en Videomatch”, decía Lanchita.
Marcelo, a pesar de siempre desaprobaba los aportes de Viccio, está vez estuvo de acuerdo con la idea y obviamente se la apropió como suya. Fue entonces que se acudió a la ayuda de hasta ese momento Cacho, el dinosaurio verde, luego de una breve negociación Cacho se incorporó al staff del creciente Videomatch.
Pero a Marce le pareció que Cacho no era un nombre muy artístico, y al grito de “Yo me encargo muchachos!” se dispuso a “pensar” un nombre, se encerró en su oficina, prendió su televisor y comenzó a bucear en la programación de los canales para encontrar un nombre para la naciente estrella recientemente incorporada. Casi por casualidad sintonizó el hasta ese momento popular programa Tiempo Nuevo, del conocido analista político menemista Bernardo Neustadt. A Marcelo no tardó en prendérsele la lamparita “Claro, Bernardo! Después de todo se parece, son viejos, verdes, salen de noche en busca de gatos y encima menemistas (conociendo Tinelli las inclinaciones políticas de Cacho), pensó Marcelo.
Así nació el Dinosaurio Bernardo. En pocas semanas el simpático personaje se convirtió en un suceso, no tardaron en llegar los posters, carpetas, cuadernos, figuritas y hasta un disco de Bernardo. Pero como ya es de público conocimiento la fama trae consigo cosas que ninguna madre desearía para su hijo, mujeres, drogas, alcohol, y todo tipo de excesos fueron inundando la vida del astro verde.
Pasados varios meses de pocas horas de sueño, viviendo la vida loca, el cuerpo longevo de Bernardo (era un dinosaurio, y vivo!) no resistió. Miles fueron las estrategias para ocultar a la prensa y sobretodo a los niños la internación del personaje, que llego incluso a intentar abusar de una enfermera. Con el apoyo de sus compañeros y familia Berny salió adelante, pero sin sospechar lo que la vida le deparaba.
Luego de un par de temporadas de éxito el brillo de esta estrella se fue apagando, los cuadernos ya no se vendían, la participación en el programa fue desapareciendo y fue entonces cuando Marcelo Tinelli decidió que era hora de dar un nuevo giro al programa y a pesar de los que alguna vez lo admiramos, Bernardo, el dinosaurio, el carismático, se quedó en la calle, desempleado, uno más de los millones que el patilludo le aportó al país.
En su lugar, un inexperto Oso Arturo con su compañero Trompis intentaban cautivar el corazón de los niños, que inocentes no podían ver que al nacer aquel Oso se creaba un dinosaurio vagabundo.
La depresión llenó la vida de Bernardo, porque ya no era más Cacho, él se sentía bernardo. Obviamente la cercanía que tuvo en algún momento con las drogas lo impulso a volver a recurrir a ella para olvidarse de su triste final, para mantener presente esos abrazos de los niños, para traer al presente esas sonrisas y cálidos besos de sus pequeños fanáticos, que ya, lamentablemente, no estaban.
Hoy, más de 10 años después, El dinosaurio Bernardo, puede decir que a pesar de todo lo que le tocó vivir es feliz. Vive felizmente en Aldo Bonzi con su pareja Pepita, de la isla de los Witis y subsiste como todo argentino, en su caso gracias a su videoclub el cual abrió con la ayuda de sus amigos.
Bernardo llegó tan alto que toco el cielo, pero cuando se llega tan alto se puede caer desde allí y el dolor muchas veces no se supera. El astro verde tuvo las fuerzas suficientes para afrontar las peripecias que la vida nos tiene predestinadas y logró ponerse nuevamente de pie, sin rencores, pero asegura que nunca va a olvidarse de aquellos que lo dejaron caer.